Pregunta julio 19, 2007
Posted by Marta in La toga como disfraz.trackback
El procurador sale del juicio y entra en el ascensor apresuradamente sin quitarse la toga. La rutina: un hola entre dientes y pulsa el botón aunque ya está marcado el piso de destino. Cada uno clava los ojos donde puede: en el suelo, en el reloj, en los números, en unos papeles…
Un instante antes de que se cierren las puertas, una mujer se acerca al trote con un niño pequeño de la mano. Sus piernas cortitas no le permiten llevar el paso de su madre de manera que va casi arrastras.
Una vez dentro, la pobre criatura apenas llega a las rodillas de los extraños acompañantes de viaje y levanta la cabeza, boquiabierto, sin comprender por qué nadie habla y ni siquiera se mira. En el recorrido de la escena, sus ojitos se encuentran con los del procurador que es el único que le sonríe amablemente, el único que viste de manera diferente.
El ascensor para, hay un poco de movimiento, unos entran y otros salen y el aparato prosigue su marcha a las alturas. El procurador nota que alguien le tira de la toga. Baja la mirada y es el niño que, con la curiosidad más grande que ha visto nunca, le pregunta muy suave:
– Oiga, ¿tú puedes volar?
fenómeno!
Jajajajajajaja!!!!! Verídico? Los niños son increíbles!!!
jajaja como me gustan los niños!!! ^^
buenísimo… batman
¿Y tu, Marta? ¿Vuelas? Qué bien cuentas las cosas…
la toga… (jeje)
Bueno, muy bueno… ¡Buenísimo!
¿Vuelves a la toga o son recuerdos?
Grandes genios en pequeños cuerpecillos…
-> Verídico, Nacho. Tal cual.
-> Javi, soy demasiado “pesada” para volar ¡je! Sólo sé comprar billetes de avión para conseguir algo parecido -y encima me da miedo-. Habrá que ponerle remedio, digo yo. No sé cómo.
-> Gracias, Néstor. Son recuerdos. Pero lo de la toga, nunca se sabe: si lisa o con pueñetitas. Y a ver de qué lado del mostrador del juzgado caigo. Dilemas que se nos cruzan en el camino. Y en las “página amarillas” no vienen instructores de vuelo para aprender a saltarlos por encima…
Pero qué listos son los críos. Seguro que aceró, aunque el togado volador aún no lo supiese. Que podría volar.
Bueno el hecho, buena la mirada, y muy bien contado. Qué más se puede pedir.