Sabes agosto 30, 2007
Posted by Marta in Saco sin fondo.trackback
Puedo disimular. Un rato. Y fingir. Un poco.
Puedo tratar de aparentar. Lo que no soy. Incluso representar un papel. Aunque a duras penas.
Pero, igual que cuando jugaba, nunca he sabido ocultarme bien. No del todo. Ni elegir los escondites.
Un cristal. Transparente. Una puerta. Abierta. Las ramas de un árbol. Deshojado.
Y te lo aprendiste casi de una vez: dónde mirar, dónde tantear, dónde buscar. Así siempre me ves, me descubres, me encuentras.
Aunque pueda parecer, por un instante, verdaderamente invisible.
Y entonces, me rescatas.
Porque sabes.
Estás muy guapa pero… te ha salido una rueda en la nariz…
Me alegro de que te vayas recuperando
¿y lo que se agradece que haya alguien del que no te puedes esconder nunca? Marta ¡¡cómo disfruto leyéndote!!
Afortunadamente, nunca podremos ser transparentes para todo el mundo.
Besos
Ser transparente para alguien te hace libre frente a esa persona. Nada que esconder. Ningún motivo para esconderse.
Me encanta leerte, cada día más. Será por eso, porque eres como un cristal transparente.
Si te pasas por mi blog, puedes recoger tu premio.
Yo aprendí a esconderme, a ponerme el caparazón… Pero a mi madre y a mejor amigo no les engaño…
Seguro que os ha pasado que alguien os ha dicho lo siguiente: “Te pasa algo, te lo noto en la mirada”
Un saludo
Tramoposilla. Me da que te dejas…
Elegir los escondites nunca es seguro, mejor encontrarlos así, sin querer. Entonces será un escondite.
Mmmm…que chulo eso del escondite y el rescate…espero un cuento Marta.
¡Si es que eres trasparente hasta en la red, con tus puntos seguidos y tus silencios!
Y ¿por qué esconderse? Se está tan bien siendo uno mismo… Algún que otro golpe te llevas, pero merece la pena que sigas siendo como eres. Sí, señor.