La toga como disfraz abril 23, 2008
Posted by Marta in La toga como disfraz.trackback
Pol me prestó “Matar un ruiseñor”. Léelo -me aconsejó-, te gustará. Efectivamente, me encantó y además, me di cuenta -como él mismo me había advertido- de que conozco a Atticus mejor de lo que podía imaginar.
Abre el libro una cita curiosa. “Yo supongo que los abogados también fueron niños”. Eso dice.
Por eso pensé que, ahora que todavía sé que lo fui -que fui una niña-, antes de dar el paso que me convierta en abogado, lo escribo. Por si alguna vez se me olvida, aunque quisiera recordarlo siempre. Para vivir con la ilusión, la inocencia y la alegría de aquellos años. O al menos, para volver la vista atrás y comprobar, cada vez que me haga falta, que es posible vivir así. Como un niño.
Mañana se levanta el telón: primer acto. La abuela Aurora me verá desde un sitio privilegiado: es curioso, la que más lejos parece y la que me mirará más de cerca. Los demás tendrán que conformarse con una butaca en el salón de actos y otros, con un puñado de fotografías y de anécdotas que terminarán deformadas, exageradas o reducidas a un recuerdo sin importancia.
Cada día escucho y trato de memorizar decenas de formas y maneras, cientos de advertencias y consejos. Hace poco, treinta años de profesión, elegancia, inteligencia y simpatía me hablaban de lo recto y de lo bueno; de lo malo y de las injusticias disfrazadas de Justicia.
– El principio es duro. Y después también. Pero… ¡a saber qué huracán terrible, qué letrada temible se esconde detrás de esa sonrisa enorme! Y lo que nos harás temblar a los viejos… -se reía-.
Pero la verdad es que yo sólo quiero hacerlo bien. Aunque por el momento, lo único que sé es que estoy muerta de miedo. Aprendiendo. Y disfrazada.
Y lo harás bien, lo harás muy bien, oh tiburón del Botxo (miedo me das). Solo sé tú misma. Pero hasta entonces, aprende del Atticus doméstico del que disfrutas.
PD: sí, detrás de cada buen abogado se esconde un niño, que sufre lo indecible con las cosas ajenas.
Confía en ti y sobre todo con tranquilidad, lo vas a hacer genial. Mucha suerte y a abrir el telón! Con mucha fuerza.
Un besazo enorme!!!
¡Seguro que lo haces muy bien! Ánimo
Enhorabuena Martota! Seguro que todo sale bien. La profesión de abogado es comparable con muchos tumores: son para toda la vida y posiblemente mueras por su causa.
En fin, es tarde para estudiar filosofía.
Siento contradecirte, mi muy estimado Néstor, pero diría que hay abogados que jamás fueron niños. Lo mismo que periodistas o cajeros del Mercadona. Pero Marta si lo fue, Lo ha documentado. Y se le nota muchas veces más cuando nos cuenta las cosas que nos cuenta y como nos las cuenta. Marta, nada de nervios,. Son los otros los que han de estar nerviosos cuando te vean llegar.
Pianista, si es que pareces de Bilbao… O, al menos, sabes reconocer lo propio; que Marta lo es y por eso son los otros los que deben temblar. Así que, eso, neskita. Nada de nervios. Que eres de Bilbao. Y recuerda que a cada día le basta su propio afán. Un pasito detrás de otro: sólo así se llega. Mañana, ese. Pasado, Dios dirá. Enhorabuena! Y al primo, si eso, también. Y luego, fotos, fotos. ;)
Estaré, sabes.
Ya habrás pasado tu bautizo de fuego, espero que todo haya ído bien.Matar un ruiseñor es uno de mis libros favoritos, me lo se de memoria, me encanta. Un saludo
hoy es el gran dia!!!.
¿Hay reventa?
Macca, de las afueras…
¡Felicidades! Desde lejos te acompaño, jaja. Saludos!
Animo campeona. Atticus siempre será uno de mis ídolos. En la peli, también estuvo genial, el gran atticus finch…
Uno de mis blogs preferidos es http://atikus.blogspot.com que siempre nos cuenta cosas de pelis de las de antes, de blanco y negro, llenas de maravillas.
Y es, logicamente un fan de ese libro, esa peli, y sobre todo ese gran personaje
Mucha suerte hoy
Mmmm…
Tan buena como ‘nuestro’ Atticus.
Bueno, o mejor, quién sabe…
Todo por delante.
Y en la mochila, las cosas -buenas- de atrás.
Las malas, al vertedero.
Y, por quitarle un poco de hierro al asunto…
Recuerda lo que decía Jack.
«¡Que corra el ron!»
No podemos dejar de hacer caso a Jack, ¿eh?
Más vale.
[…] Había amanecido un día precioso, con sol y calor, que aun siendo de primavera, parecía vestido de verano. Lució brillante hasta que anocheció, y aún después, mientras se prolongaba la celebración hasta bien entrada la madrugada. Así fue el día que me colegié. […]