Fragilidad diciembre 15, 2008
Posted by Marta in La vida misma.trackback
Furioso, con los ojos enrojecidos, el niño miró a su padre y, con una voz tan dura que bien parecía metálica, le espetó: no me mientas, no me vuelvas a mentir en tu vida. Y su padre temblaba sin saber qué hacer. Temeroso, quiso secarle las lágrimas al chaval con las manos torpes pero él movió bruscamente la cabeza para evitarlo. Aquel hombre grande, ahora derrotado, triste y acobardado, alzó en sus brazos los ocho años de su hijo mientras éste se revolvía con rabia. Lo alzó y lo apretó contra sí con las pocas fuerzas que le quedaban.
Lo siento -balbuceaba entre el llanto-. Lo siento. Yo no lo sé hacer, no como lo hacía tu madre
Y en ese abrazo, se disolvió su ira.
Y todo ese pataleo… ¿fue porque se enteró que los Reyes Magos eran los padres?
Como no sé de qué va… me inventé una causa navideña.
Ohhh…me encanta. A veces no sabemos cómo hacerlo ni en la ausencia de uno ni en la de otro. Ya sabes, somos seres imperfectos, hacemos o intentamos hacer el bien en la medida de lo posible, pero, en fin , caen lágrimas…
Bonito Marta. Un besitoooo.
Muy bien contado Marta.
Un beso
Qué capacidad de hacernos sentir, en tan pocas líneas.
Un beso
Han de estar juntos mucho tiempo cada día. Todos losdías. Los dos echan de menos a la misma persona. Todavía no dan cuenta de que se tienen el uno al otro. El hombre grande, sigue siendo grande en la adversidad, que es lo difícil.
Muchos besos.
Glups…
[no hay nada tan aterrador como la mirada de un niño]
“Y en ese abrazo, se disolvió su ira”
En la extrañeza del dolor -qué se hace, con eso, con el dolor-, una brecha de esperanza (es difícil pero no imposible).