Playa diciembre 13, 2010
Posted by Marta in Saco sin fondo.trackback
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La playa está vacía. Pero una playa vacía no siempre es triste. Hoy la tenemos para nosotros, entera para nosotros.
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Los otros días no pudieron llegar porque había temporal y las olas pasaban por encima del malecón del puerto. El mar estaba embravecido como pocas veces lo habían visto y asaltaba el acantilado queriendo ganarle metros a la tierra. De color plomizo, la superficie encrespada y picada de espuma blanca.
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Hoy, sin embargo, hace sol a pesar de la bruma espesa pegada al monte que desciende hasta la costa. Los rayos se filtran a través de la niebla y chocan con la superficie del agua, quieta, lisa como un plato, reflejándolos y haciéndolos bailar en la orilla, con las olas leves que, la marea, trae y lleva con gracia. La arena aún sigue empapada, oscura y helada.
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Pasean. Hablan. Discuten un poco. Poco.
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– No te soporto cuando te pones así ¿sabes? ¿Por qué me gritas a mí en vez de explicárselo a ellos?
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Se sonroja, sonríe con picardía.
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– Porque eres la única que me lo aguanta
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Y le empuja suavemente por los hombros y sale corriendo hacia la orilla.
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– ¡Tonto el último!
Porque se grita más a quién más cerca está. O porque el temporal será muy follonero.
Aich, la güep.
Jajaja… Qué bueno y qué real. ¿Por qué será que siempre los más cercanos pagan los platos rotos?
Por eso, Néstor, por eso.
Los gritos sólo los entienden los que nos quieren; por eso nos los aguantan.