Las dos May 19, 2008
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Desde que me ve llegar, no se aleja de mí más de un metro. Me sujeta fuerte la mano con su mano pequeña y firme y me arrastra, dando saltos, para llevarme de lado a lado.
Teresa tiene los ojos grandes y verdes y una cara tan bonita -tan bonita- que es imposible reprimir las ganas de llenársela de besos. Habla mucho -habla sin parar- pero tiene una voz cantarina y dulce y cuenta las cosas que ve por esos ojos: escucharle alegra y serena y llena de ganas el alma, de ganas de vivir con todo el alma.
En el jardín.
Me marea. Ahora, cógeme en brazos. Ahora a cuchus. Ahora súbeme a los hombros, como hace el tío Juan.
Luego se acerca a su madre mientras me mira la muy ladina, y se chiva.
– Mamá… La tía Marta… ha vuelto a traer chocolate. Muuuucho chocolate
Mi prima levanta una ceja y finge reñirme.
– Acusica -le digo-. La próxima vez, en lugar de chocolate, te regalaré… un puerro
– ¿Un puerro? ¡Aj, un puerro no! No me gustan los puerros
Le sorprendo con un ataque de cosquillas y acabamos rodando por la pendiente del césped. Eso le da una idea.
– Ahora haremos la croqueta. Mira. -se deja caer por la ladera-. Ahora tú
Ahora. Siempre ahora. Ruedo mil veces y, cuando ya no puedo más, me quedo tumbada panza arriba. Entonces juega a saltarme. La primera, bien. La segunda, también. Después, descubre lo divertido de pisarme la tripa en cada salto fingidamente errado. Ataco de nuevo con cosquillas, ella me alborota el pelo hasta enmarañármelo.
– ¡Enredadora!
– Eso no soy yo – y me saca la lengua.
Le lanzo por los aires porque a ella le gusta y a mí, escuchar su carcajada. Aprovecho que aún es pequeña, que todavía puedo manejar su peso de pluma con soltura y seguridad.
– Pues entonces… ¡eres una bruja!
– ¡Bruja tú!
– ¿Yoooo?
– Noooo… -se vuelve a reír, salta a mis brazos y le balanceo-. Tía… brujitas somos las dos