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Libros. Olores. febrero 28, 2008

Posted by Marta in Saco sin fondo.
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Pasa minutos y minutos pegada al escaparate. A ése o a cualquier otro: basta que haya libros al otro lado del cristal.

  

Al cabo de un rato, entra.

  

Le molestan las librerías que tienen ese mecanismo en la puerta que pita cuando uno pasa por debajo. Le gustan las silenciosas, las vacías. Aquéllas en las que puede curiosear los libros sin que ningún dependiente le siga de cerca o se empeñe concienzudamente en orientarle. Le gustan las que huelen a libro nuevo porque venden libros nuevos. Y las que huelen a libro viejo porque acumulan toneladas de polvo, enésimas manos y recuerdos secretos.

  

Vaga despacio entre los pasillos. Cuál de todos elegirá esta vez: ésa es la intriga de cada visita a una librería. O cuáles, quizá, si un día no se contiene.

  

Una estantería al azar: va mirando los tomos, del primero al último. Pasa el dedo sobre algunos. Por qué sobre unos y no sobre otros, no sabe. Ciertos hallazgos no son casuales, sólo espera dar con ése por sorpresa. Providencia, tal vez – piensa.

  

Hay alguien a su espalda. No le ha oído pero el aire trae el olor de su colonia. Esa colonia. Y sonríe.

  

Se gira de golpe esperando encontrar una cara –esa cara- y sin embargo, ve otra, otra distinta. Habría apostado que era él. Pero no. Un chico, apurado por la expresión que refleja, se disculpa absurdamente:

  

– Perdona, no quería molestarte

  

– No me has molestado

Y vuelve a sumergirse entre títulos, páginas y cubiertas.

Se marcha, mirando torpemente hacia atrás cada dos pasos. Sale y le observa a través del escaparate. Qué gesto de desilusión; se le ha quedado grabado: él, que es el rey haciendo reír a sus sobrinos, no tiene ni una mísera idea que le sirva de excusa para volver a entrar y decirle algo ocurrente y divertido.

Mira el reloj. Se me hace tarde. Y se va.

Un poco de ópera (II) febrero 25, 2008

Posted by Marta in Jukebox.
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Hoy les propongo un disco de arias de Rossini, muy alegre y breve. Vale para emocionarse bajo la ducha, conduciendo o preparando la cena. En cualquier caso, la recomendación inlcuye escucharlo a todo volumen.

   

Juan Diego Flórez es un tenor peruano joven que ha tenido un éxito enorme desde sus inicios: un genio del bel canto, con una voz impresionante.

  

JD.Florez

   (Pinchar para descargar)

  

Le vi actuar en Bilbao hace casi tres años, en “La Sonnambula”. Se me puso la piel de gallina -como la gallina del Pianista– y me acuerdo de que, al terminar la función, casi se cayó el teatro; debimos pasarnos veinte minutos aplaudiendo sin parar. 

  

También le he visto en televisión un par de veces. La Navidad pasada, en «La Cenerentola», con un montaje de Joan Font -precioso- y en el que hizo Sagi de “El barbero de Sevilla” con un reparto increíble -aquéllo sí que fue espectacular-.

  

Yo no lo supe hasta entonces pero hay un aria al final de la ópera -Cessa di piu resistere- que es tan complicada que apenas hay ningún tenor que la pueda cantar. Por eso, la mayoría de las veces, la partitura no se interpreta completa. Pues bien, Flórez no sólo la cantó sino que la bordó. Y a uno le deja sin palabras.

  

Por si se animan a escucharle, aquí tienen un video precisamente del Cessa di piu resistere: ni el sonido ni la imagen son muy buenos pero vale como ejemplo.

  

     

Ángel febrero 23, 2008

Posted by Marta in Saco sin fondo.
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– Me sorprendes cada vez. No sé cómo lo haces, brujita, no lo sé…

– ¿El qué?

– Siempre estás cuando te necesito, cuando necesito a alguien cerca. Y apareces de repente, de la nada. Sin que te llame, sin te lo pida. ¿Cómo lo haces?

– No digas tonterías

– No son tonterías; estoy hablando en serio. Eres como un Ángel de la Guarda

– Te aseguro que si yo fuera un Ángel de la Guarda, les iría mucho mejor a muchas personas

– Entonces será porque eres mi Ángel de la Guarda

  

Precioso febrero 22, 2008

Posted by Marta in La vida misma.
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Cuando una semana empieza torcida no resulta fácil de enderezar y la única vía de salvación posible es que el viernes llegue cuanto antes para poder olvidar todo lo anterior. Y hay veces que ni así se olvida.

Mi semana estaba abocada a la ruina desde antes del lunes pero ayer al mediodía, recibió la mejor de las visitas, impulso y aire para llegar al final con un resto -escaso- de compostura. A pesar de la alegría, reconozco que maldije un poco la condición humana, siempre sujeta al tiempo que corre inexorablemente, más si cabe cuando menos se quiere correr.

Así, poco después me vi en el coche, haciendo un fugaz e inesperado viaje de ida y vuelta a Pamplona -cosas de la vida- a un funeral. Eso propició algún reencuentro con el pasado: un leve choque, una ardua circunstancia que salvé con el poco estilo que me caracteriza. Pero seguido, tuvimos una cena agradable entre pintas y tostadas -agua para la conductora-.

Regresamos tarde. Mucho. Conduje a mis anchas, aprovechando que la carretera estaba vacía. Mamá dice que le gusta cómo conduzco por que no muevo el coche. El pasaje iba dormido desde el kilómetro cero, mecidos y descansando despreocupadamente.

Les envidié un poco, sólo hasta que la luna llena apareció detrás de un monte. No sé si alguna vez en mi vida habré visto una luna tan llena      -rebosante- que, al paso del coche y sus faros, me permitía ver por el retrovisor una estela azulada y neblinosa, de noche clara y despejada con el cielo cuajado de estrellas, estrellas de las que tintinean.

Me acosté al llegar pero después de dar más vueltas que un molino sin pegar ojo, opté por echar mano de «Franny y Zooey». Lo acababa de comprar apenas el día anterior: di con él en la Casa del Libro mientras buscaba otra cosa que no encontré. Y me lo llevé. Así, entre vuelta y vuelta -decía-, lo cogí. Y lo leí del tirón.

Luego, apenas dormí un par de horas y ahora quisiera poder dormir un millón o dos.

Hoy ha hecho un día bonito. No tanto como ayer. Que fue precioso.

Sólo febrero 15, 2008

Posted by Marta in Letras con nombre propio.
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Aún está oscuro cuando salgo a la terraza. Hace frío y apenas se oye ruido.

No sé cuánto tiempo pasa hasta que el sol comienza a filtrarse, poco a poco, entre las calles. Y se levanta el día.

  

Me descubre la mañana leyendo un libro que, en sus primeras páginas, cita un párrafo de otro.

Boquiabierta.

«Pensar es reducir a un contorno y organizar en cosmos un caos amorfo de posibilidades, entre las cuales una es la escogida, por un acto en el cual confluyen la libertad con la determinación, la espontaneidad con la ley. La quintaesencia del pensar está en el nombrar. […] Por la denominación, el objeto es ordenado, puesto en su lugar, en su móvil lugar dentro del movimiento de la existencia. Cuando de la denominación se pasa a la definición, ya se la delimita más, ya se la fija más».

Y ahora amanece. De pronto, un rayo de luz insolente en los ojos. Una sombra proyectada contra la pared.

Proyeccion

Ahí está atrapado el reflejo opaco de la chica del balcón. Ella respira, siente, despereza su sueño mal descansado. Delante, una imagen vacía, sin profundidad ninguna. La dureza, la rugosidad y la frialdad del muro.

Intento pensar. Trato de nombrar. Hago esfuerzos por definir. Y sólo encuentro una palabra, un nombre, una idea.

Así empieza el nuevo día: con el enfrentamiento de dos figuras, iguales y diferentes. Dos dimensiones opuestas. Y sólo una palabra, un nombre, una idea.