Sitios fuera del mundo noviembre 11, 2010
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«… de mi desocupación del espacio, creación de espacios vacíos; de huecos vacíos vaciar la ciudad para ver el cielo, concavidad de agujeros, sitios fuera del mundo…».
(Jorge Oteiza)
Variante Ovoide de la Desocupación de la Esfera, 1958.
7.85 metros de altura, 20 toneladas de peso. Bilbao.
[ Para el Pianista, que NO le gusta Oteiza ;)
y también porque, aunque ya no le organizo bulla en el ‘Saloon’, sigue al pie del teclado y yo se lo agradezco mucho ]
Cómo entrar abril 13, 2010
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“Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después
deja que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta…”.
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Heberto Padilla, ‘Fuera de juego’, 1968
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El silencio: su escudo. La coraza, la muralla que custodia un mundo impenetrable.
Hasta que alguien encuentra la llave auténtica.
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Ni palabras dulces que empalagan ni gestos cómplices compartidos con tantas otras;
ni trucos absurdos ni flores frescas;
ni favores de compromiso ni regalos porque sí.
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Sólo una llave abre
la puerta de ese universo.
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La llave:
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la verdad.
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Sencilla. Pura y dura.
Dime / Lo que hace la mar May 9, 2009
Posted by Marta in Letras con nombre propio.12 comments
Dime.
Qué sería de ti si te arrancaran de la orilla del mar. Dónde podría descansar tu cuerpo agotado, cómo lograrías recuperar el ritmo pausado de la respiración. Quién cantaría para ti una serenata que es, cada vez, distinta. Cuándo volvería a impregnarse tu piel del sabor de la sal.
Dime.
Cómo recuperarían tus ojos el brillo intenso que refleja el agua. El agua verde, el agua azul, el agua negra. Las tormentas y la calma. El sol dejándose hundir en sus profundidades, la luna naciendo de sus entrañas.
Quién te abrazaría como las olas te abrazan, con violencia y dulzura al mismo tiempo. Qué rumor, qué viento te arrullaría en sueños.
Qué sería de ti si te arrancaran de la orilla del mar.
Dime. Qué sería de mí entonces.
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«(…) ¿Sabes qué es lo más hermoso de aquí? Mira: nosotros caminamos, dejamos todas esas huellas sobre la arena, y ahí se quedan, precisas, ordenadas. Pero mañana, cuando te levantes, al mirar esta enorme playa no habrá ya nada, ni una huella, ni una señal cualquiera, nada. El mar borra por la noche. La marea esconde. Es como si no hubiera pasado nunca nadie. Es como si no hubiéramos existido nunca. Si hay un lugar en el mundo en el que puedes pensar que eres nada, ese lugar está aquí. Ya no es tierra, todavía no es mar. No es vida falsa, no es vida verdadera. Es tiempo. Tiempo que pasa. Y basta.
Podría ser un refugio perfecto. Invisibles para cualquier enemigo. Suspendidos. Blancos como los cuadros de Plasson. Imperceptibles incluso para nosotros mismos. Pero hay algo que agrieta este purgatorio. Y es algo de lo que no puedes escapar. El mar. El mar encanta, el mar mata, conmueve, asusta, también hace reír; a veces desaparece, de vez en cuando se disfraza de lago, o bien construye tempestades, devora naves, regala riquezas, no da respuestas, es sabio, es dulce, es potente, es imprevisible. Pero sobre todo, el mar llama. (…) Es lo único que hace, en el fondo: llamar. No se detiene nunca, te entra dentro, se te echa encima, es a ti a quien quiere. Puedes disimular, no te sirve de nada. Seguirá llamándote. Este mar que estás viendo y todos los otros que no verás, pero que estarán siempre al acecho, pacientes, un paso más allá de tu vida. Los oirás llamar infatigablemente. Sucede en cualquier purgatorio de arena. Sucedería en cualquier paraíso, y en cualquier infierno. Sin explicar nada, sin decirte dónde, habrá siempre un mar que te llamará (…)».
[ «Océano mar», Alessandro Baricco
Si hay un libro imprescindible, ése es «Océano, mar»
Imprescindible una, dos, mil veces ]
Ese libro May 4, 2009
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Entre todos los libros de todos los estantes, el dedo se detuvo -sin razón aparente- sobre un lomo muy delgado, levemente remetido. Lo saqué de su sitio con curiosidad.
Me intrigó la portada. Un motel de carretera alumbrado por una triste farola de luz anaranjada mortecina.
El título me tentó. “Si me necesitas, llámame”.
No pude evitar comprarlo.
«Si me necesitas, llámame». ¿Quién podría haberse resistido?
Fue un día pésimo.
Te telefoneé muchas veces. No descolgaste ninguna.
Leí el libro por la noche.
Y lo devolví a la mañana siguiente.